LAS ARMAS DE DISUASIÓN MASIVA
Recientemente el exsecretario de Estado estadounidense, John Kerry, admitía en una entrevista lo que ya todos sabíamos: la guerra de Irak se basó en una flagrante mentira. Bagdad nunca tuvo armas de destrucción masiva, y los americanos evidentemente lo sabían.
De lo que no cabe duda, es de que existen unas armas de disuasión masiva, creadas e impulsadas por las élites, para que su ejército de adeptos ejerza presión social sobre el disidente, tratando de ridiculizar y acallar cualquier voz crítica con la propaganda oficial: LAS ETIQUETAS.
Seguramente, al igual que yo, te hayas visto en la tesitura de tener que morderte la lengua para no ser tachado virulentamente de no sé que cosa, por la gente que te rodea: racista, negacionista, machista, xenófobo, misógino, transfóbico, gordófobo… la lista es interminable y cada día in crescendo, por la sencilla razón de que cada día hay más verdades a tapar y de que lamentablemente la cultura del victimismo es contagiosa.
Hace unos meses me dio por encender la caja tonta, y me puse a ver unos de esos programas de policías patrullando. De esos que echan de madrugada. Concretamente estaba ambientado en Inglaterra, y en la escena en cuestión (escenas reales) el policía para a un señor por exceso de velocidad, produciéndose un diálogo tal que así:
– ¿Sabe usted por qué le he parado?
– Pues claro, ¡me has parado porque eres un racista!
– Pero alma de cántaro, si son las 3 de la mañana y estabas a 200 metros. ¿Cómo demonios voy podía saber que eras negro?
Puedes cambiar los metros por millas o por yardas, y el alma de cántaro por “For God´s sake”. También puedes cambiar negro, por alguna otra raza. Te invito asimismo a que cambies a la persona de color por una mujer, una persona obesa, gay, trans, o por una de esas nuevas que tienen sexo con los árboles o que se identifican como gatitos. No me sale ahora mismo como sería la etiqueta que arrojan a los que “oprimen” a estos últimos, pero de no existir, seguro que la maquinaria woke ya está trabajando en ello. Que no te quepa duda.
La cuestión es que, ante cualquier disputa, sea la que sea, con una persona de uno de estos colectivos, te expones a que te arrojen sin piedad la etiqueta X a las primeras de cambio. Tú inmediatamente -y ante la presión social- te pondrás a la defensiva aludiendo a que no eres X, y es en ese preciso momento cuando las causas de la disputa son relegadas a un segundo plano (tercero o cuarto…) y de tratar de versar sobre quien lleva razón, ya mejor nos olvidamos…
*Nota: si eres de los que piensa que decir “negro” me convierte en racista, tengo algo que decirte: el hecho de que opines que no se puede decir “negro” por ser peyorativo, lo único que denota es que estás asociando este término con algo negativo. Lo cuál -en todo en todo caso- te convierte en racista a ti.
En otra ocasión, estaba viendo las noticias mientras almorzaba en casa de mis padres. La presentadora del medio de manipulación en cuestión, nos contaba que un hombre blanco había matado a su pareja. Y por si no había quedado lo suficientemente claro, repetía “blanco” seguidamente en la siguiente frase. Yo me pregunto si esta señora tiene hijos y si duerme por las noches haciendo lo que hace.
*Ojalá pudiera rescatar ese clip. Si alguien lo encuentra, por favor que me lo mande.
¿Por qué digo esto? Por el mero hecho de que todos sabemos que cuando se cometen delitos por aquellos colectivos que son acordes a la narrativa oficial, siempre se omite tal dato aludiendo a términos como “joven” o algo por el estilo. Y la narrativa es que ser un hombre blanco te convierte automáticamente en un privilegiado, opresor profesional, maltratador desde que naces, y culpable de la mayor parte de los males que asolan el planeta. Y ni se te ocurra decir lo contrario, que la etiqueta que te espera es “blanco supremacista”.
Por todo ello te animo a que analices cada situación de forma independiente, con rigor y capacidad crítica. Te invito a que trates de ser objetivo, y analices en base a los hechos y no al sujeto en cuestión. En definitiva, que pongas el foco en el qué y no en el quién.
Como conclusión, estas etiquetas no son más que munición que el influencer de turno pone a disposición de sus adeptos, para tratar de deshumanizar al oponente en base a una supuesta superioridad intelectual. Aquellos que las usan sin valorar los hechos, únicamente están poniendo de manifiesto su inseguridad y su incapacidad de razonar, ya sea porque no han hecho los deberes en relación al tema en cuestión o sencillamente porque no tienen la capacidad para hacerlo.
Son por tanto la mejor herramienta de las élites globalistas, para que la masa adoctrinada frene cualquier intento de pensamiento crítico. En este sentido conviene recordar lo siguiente:
Si no se puede cuestionar no es ciencia, es propaganda.